Sunday, December 2, 2012

La Leyenda de San Nicolás

Tarjeta divertida para el dia de San Nicolás Un regalo de San Nicolás

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Se suele relacionar el personaje legendario de San Nicolás con Nicolás de Myre (en Oriente), que conocemos también bajo el nombre de Nicolás de Bari (en Occidente). Nació en Patara, en Asia menor, alrededor del año 260 d.C. y murió el 6 de diciembre de 345 en Myre. Fue el obispo de esta misma ciudad.

La leyenda le atribuye numerosos actos de caridad y milagros. Se le considera como el santo patrono de los marineros, de los niños, de los alumnos, y de la región francesa de Lorena. En el noreste de Francia hay toda una tradición en torno a este personaje, especialmente en las regiones de Alsacia y Lorena.

En Lorena, los niños suelen recibir sus “regalos de Navidad” en la noche que va del 5 al 6 de diciembre, cuando el Gran San Nicolás “pasa por las casas” con su fiel burro para depositar discretamente unos obsequios. Posiblemente el personaje del San Nicolás, con su vestido rojo de obispo, su mitra y su báculo, haya sido quien inspiró más tarde el de “Papá Noel”.

Esta costumbre de “la visita” de San Nicolás está vinculada con una de las leyendas que él protagoniza; leyenda bastante cruda y espantosa pero que termina felizmente… ¡Por suerte!:

De tres niños se contaba,
que en los campos espigaban.
Tanto fueron y vinieron
que a la noche se perdieron.
A casa del carnicero
los tres llegaron empero.

-¿Nos albergas, carnicero?
-¡Pasen, niños, por supuesto!
Apenas paso les dio
que el hombre ya los mató.


Siete años después fue a dar
San Nicolás con ese lugar;
-¿Me albergas, carnicero?,
pidió el cansado viajero.

-¿Hospedarle? ¿Si yo puedo?
¡San Nicolás, por supuesto!
Apenas lo dejó entrar
que el santo quiso cenar.

Le traen un jamón curado,
no lo quiere, es muy salado.
Le traen pues un gran asado,
no lo quiere, está pasado.

-¡Trae jamón con más sabor,
tenés, lo sé, uno mejor!
En el saladero buscá,
siete años que allí está.

Cuando el carnicero oyó
aquel ruego, se escapó.
Se despidió a la francesa
y huyó a campo traviesa.

-Niños que duermen acá,
soy el Gran San Nicolás.
Con tres dedos los tocó
y a los niños resucitó.

El primero dijo: -Dormí profundo.
-¡Claro! -añadió el segundo.
Y el más chico exclamó:
-¡En el Paraíso estuve yo!

Aunque hoy en día pocos niños conocen esta leyenda, el día de San Nicolás no se ha perdido, ninguno lo deja pasar… La mañana del 6 de diciembre, una multitud de presencias discretas pueblan las panaderías… centenares de muñecos dorados nos miran desde los escaparates. ¡Y qué delicioso olor nos llega desde allí!

Estos muñecos son los famosos manalas (“manala” es una palabra alsaciana que viene del alemán -”mann” (hombre)-, y que significa “hombrecito”, “muñeco”). Son brioches o bollos que se comen este día; a veces tienen pepitas de chocolate o uvas pasadas. A algunos golosos les gusta untarlos con mantequilla o mermelada, otros prefieren saborearlos así, solos. Se cuenta que los manalas, color del sol, calientan los corazones en los tiempos invernales y grises de estas regiones.

A ellos se añadirán unas mandarinas y bombones de chocolate. Hay quienes prefieren el pain d’épices (que se podría traducir como “pan de jengibre” o “alajú”); un tipo de bizcocho hecho con harina, miel, azúcar moreno, mantequilla, huevos, canela, jengibre, nuez moscada y clavo de olor. Y por supuesto… ¡se bebe chocolate caliente! Una gran merienda -en general constituye una verdadera cena-, que se toma en vísperas de San Nicolás o bien en el mismo día.

En las escuelas, todos los alumnos esperan impacientes al Gran Santo, su patrono. ¿Todos? Es cierto que los niños díscolos o haraganes le temen un poco al compañero huraño, sombrío y un poco inquietante de Nicolás, el Père Fouettard, que nunca se olvida de su gran bolsa de arpillera para “llevarse” a los alumnos que fueron desobedientes durante el año. Se suele decir que el Père Fouettard (cuyo nombre deriva del verbo azotar, “el Tío que azota”) es el carnicero de la leyenda. Y que para que se arrepintiera del crimen cometido, San Nicolás lo condenó a acompañarlo durante su vuelta de reparto de dulces para castigar a los niños desobedientes.

La excitación alcanza su punto máximo cuando “aparece” el Gran Santo que se recibe con cantos alegres: “¡San Nicoláaaaas, patrono de los aluuuuumnos!”. San Nicolás se muestra clemente y ofrece la merienda tan esperada a todos los niños… sin que nadie acabe en la gran bolsa del terrible Père Fouettard.

El Día de San Nicolás es una jornada agotadora para los maestros, que tratan infructuosamente de calmar los desbordes de alegría de sus alumnos. Pero como – detrás de los libros de gramática y de las tablas de multiplicar- todavía se esconde su alma de niño, ellos también esperan que el Gran San Nicolás les diga: “Vos también fuiste muy bueno, merecés una golosina”.

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